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06-02-2024

Devocional

Devocional: Génesis 39

Es totalmente apropiado leer Génesis 39 como una lección de coraje moral, la historia de un hombre temeroso de Dios que acertadamente percibe que una tentación muy atrayente es, en realidad, una invitación a pecar contra Dios (39:9), y para quien, por tanto, es más importante su pureza que sus intereses.

No obstante, Génesis 39 debe leerse también a otros niveles, cada uno de los cuales tiene sus lecciones importantes que enseñarnos.

En primer lugar, el capítulo comienza y se concluye en términos muy similares. Esta “inclusión” literaria sirve para señalar que los temas planteados al inicio y a la conclusión del capítulo lo controlan por completo. Al comienzo, José es vendido al servicio de Potifar. Dios está con él hasta tal punto, que con el tiempo llega a convertirse en el principal esclavo de esta considerable mansión. No debemos sacar la conclusión que esto ocurriese de la noche a la mañana; la cronología sugiere que transcurrieron unos 8 ó 9 años. Durante este tiempo, José habría tenido que aprender el idioma e ir subiendo desde el primer peldaño. Pero esto estaba vinculado a la bendición de Dios sobre su vida y a la consiguiente integridad personal de José. Al final del capítulo, José se ve arrojado a la cárcel a causa de una acusación falsa, pero aun aquí Dios sigue con él y hace que el guardia de prisión tenga una buena opinión de él, hasta que es puesto a cargo de todos los prisioneros. Así, el capítulo demuestra que, a veces Dios escoge bendecirnos haciéndonos gente íntegra en medio de circunstancias abominables, en lugar de transformar las circunstancias.

En segundo lugar, Génesis 39 sirve de contrapunto con respecto al capítulo 38. Judá es un hombre libre y próspero, pero, tras la muerte de su esposa, acaba acostándose con su nuera. Utiliza un doble rasero y trae la vergüenza sobre sí mismo y sobre su familia. (El hecho de que inicialmente quiere hacer ejecutar a Tamar por un pecado que él también había cometi­do demuestra que le interesa menos castigar a los culpables por cuestión de principios, que a los que han sido pillados en el acto.) José es esclavo, pero, bajo la bendición de Dios, conserva su integridad y pureza sexual. ¿Cuál de ellos es más feliz a ojos del mundo? ¿Cuál de ellos es más feliz a la luz de la eternidad?

En tercer lugar, Génesis 39 forma parte del desfile de sucesos que lleva a la elevación de José a una posición de liderazgo sobre todo el país. A través de las circunstancias desgraciadas relatadas en el capítulo 37, 39-40, José llega finalmente a ser Primer Ministro de Egipto y salva a mucha gente de la muerte por hambre – incluida a su propia familia y, por tanto, también a la línea mesiánica. Pero José no podía saber cómo sucedería todo esto mientras padecía en su situación personal. Lo único que podía recordar eran los relatos transmitidos desde Abraham, y sus propios sueños de niño (Génesis 37). Pero José camina por fe, y no por vista.


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Devocional: Job 5

En la segunda parte de este discurso (Job 5), Elifaz presupone la postura que adopta en la primera (véase la meditación de ayer), pero añade varios giros inesperados a su desapasionada presentación.

En primer lugar, afirma que la forma como Job se dirige a Dios en esta fase es fundamentalmente errónea. Le dice que llame al Todopoderoso por todos los medios (5:1), pero, ¿por qué iba a contestar Dios a alguien tan exaltado como él? Entretanto, la actitud de Job desespera a Elifaz: “El resentimiento mata a los necios; la envidia mata a los insensatos” (5:2). Elifaz habla desde su propia observación: ha visto a necios semejantes prosperando en el pasado, pero de repente son arrancados de raíz. Está insinuando que la antigua prosperidad de Job era la de un “necio”, y la pérdida de la misma es lo que este merece. De forma algo contradictoria, Elifaz añade que el sufrimiento humano es una función de la condición humana: “El hombre nace para sufrir, tan cierto como que las chispas vuelan” (5:7).

En segundo lugar, creyéndose moralmente superior, Elifaz dice a Job lo que él haría en una situación parecida (5:8-16). Apelaría a Dios y expondría su caso delante de él, no con la actitud de Job, que le parece insufrible, sino con humildad y contrición. Después de todo, Dios reina providencialmente y se compromete a humillar al arrogante y al astuto, exaltando al pobre y necesitado. Así pues, Elifaz se presentaría ante Dios como suplicante.

En tercer lugar, Elifaz declara que al menos uno de los objetivos de Dios al permitir pérdida y desastre es la disciplina: “¡Qué feliz es el hombre a quien Dios corrige! No menosprecies la disciplina del Todopoderoso. Porque él hiere, pero venda la herida; golpea, pero trae alivio” (5:17-18). Quienes admiten este concepto descubren que Dios restaura rápidamente su vida y prosperidad. Se sienten seguros en cada prueba. Job no puede pasar por alto las consecuencias: si siente que ha sufrido de forma injusta, no sólo es insuficientemente humilde, sino que es incapaz de reconocer la mano misericordiosa y castigadora de Dios todopoderoso, y por tanto permanece bajo la vara del Señor en lugar de encontrar misericordia. Elifaz concluye de forma bastante pomposa: “Esto lo hemos examinado, y es verdad. Así que escúchalo y compruébalo tú mismo” (5:27).

Las palabras de Elifaz son ciertas en alguna medida. Dios castiga realmente a sus hijos (Proverbios 3:11-12Hebreos 12:5-6). Sin embargo, esto presupone que lo necesitan; Dios ciertamente no castiga a sus hijos cuando estos no lo precisan. Elifaz da a entender así que Job merece el castigo del Señor; los lectores del capítulo 1 saben que está equivocado. Es verdad, Dios salva al humilde y rebaja a aquellos cuyos ojos son altaneros (Salmos 18:27); no obstante, Elifaz asume erróneamente que Job debe ser altanero, o no estaría sufriendo. Aquí tenemos una lección: una aplicación falsa o inapropiada de la verdad genuina puede ser insensible y cruel, y, como aquí, puede decir falsedades acerca de Dios.


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Génesis 39

José prospera en Egipto

39 Cuando José fue llevado a Egipto, Potifar, un oficial egipcio de Faraón, capitán de la guardia, lo compró a los ismaelitas que lo habían llevado allá. Pero el Señor estaba con José, que llegó a ser un hombre próspero, y vivía en la casa de su amo el egipcio. Vio su amo que el Señor estaba con él y que el Señor hacía prosperar en su mano todo lo que él hacía.

Así José halló gracia ante sus ojos y llegó a ser su siervo personal; y él lo hizo mayordomo sobre su casa y entregó en su mano todo lo que poseía. Y sucedió que desde el tiempo que lo hizo mayordomo sobre su casa y sobre todo lo que poseía, el Señor bendijo la casa del egipcio por causa de José. La bendición del Señor estaba sobre todo lo que poseía en la casa y en el campo. Así que todo lo que poseía lo dejó en mano de José, y con él allí no se preocupaba de nada, excepto del pan que comía. Y era José de gallarda figura y de hermoso parecer.

José y la mujer de Potifar

Sucedió después de estas cosas que la mujer de su amo miró a José con deseo y le dijo: «Acuéstate conmigo». Pero él rehusó y dijo a la mujer de su amo: «Estando yo aquí, mi amo no se preocupa de nada en la casa, y ha puesto en mi mano todo lo que posee. No hay nadie más grande que yo en esta casa, y nada me ha rehusado excepto a usted, pues es su mujer. ¿Cómo entonces podría yo hacer esta gran maldad y pecar contra Dios?». 10 Y ella insistía a José día tras día, pero él no accedió a acostarse con ella o a estar con ella.

11 Pero un día que él entró en casa para hacer su trabajo, y no había ninguno de los hombres de la casa allí dentro, 12 entonces ella tomó a José de la ropa, y le dijo: «¡Acuéstate conmigo!». Pero él le dejó su ropa en la mano, y salió huyendo afuera. 13 Cuando ella vio que él había dejado su ropa en sus manos y había huido afuera, 14 llamó a los hombres de su casa y les dijo: «Miren, Potifar nos ha traído un hebreo para que se burle de nosotros; vino a mí para acostarse conmigo, pero yo grité a gran voz. 15 Cuando él oyó que yo alzaba la voz y gritaba, dejó su ropa junto a mí y salió huyendo afuera».

16 Ella dejó junto a sí la ropa de José hasta que su señor vino a casa. 17 Entonces ella le habló con estas palabras: «Vino a mí el esclavo hebreo que nos trajiste, para burlarse de mí. 18 Y cuando levanté la voz y grité, él dejó su ropa junto a mí y huyó afuera».

José echado en la cárcel

19 Cuando su señor escuchó las palabras que su mujer le dijo: «Esto es lo que tu esclavo me hizo», se encendió su ira. 20 Entonces el amo de José lo tomó y lo echó en la cárcel, en el lugar donde se encerraba a los presos del rey. Allí permaneció en la cárcel. 21 Pero el Señor estaba con José, le extendió Su misericordia y le concedió gracia ante los ojos del jefe de la cárcel.

22 El jefe de la cárcel confió en mano de José a todos los presos que estaban en la cárcel, y de todo lo que allí se hacía él era responsable. 23 El jefe de la cárcel no supervisaba nada que estuviera bajo la responsabilidad de José, porque el Señor estaba con él, y todo lo que él emprendía, el Señor lo hacía prosperar.

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Marcos 9

9 Y Jesús les decía: «En verdad les digo que hay algunos de los que están aquí que no probarán la muerte hasta que vean el reino de Dios después de que haya venido con poder».

La transfiguración

Seis días después, Jesús tomó* con Él a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó* a ellos solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, muy blancas, tal como ningún lavandero sobre la tierra las puede blanquear. Y se les apareció Elías junto con Moisés, y estaban hablando con Jesús. Entonces Pedro dijo* a Jesús: «Rabí, bueno es que estemos aquí; hagamos tres enramadas, una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías».

Porque él no sabía qué decir, pues estaban aterrados. Entonces se formó una nube que los cubrió, y una voz salió de la nube: «Este es Mi Hijo amado; oigan a Él». Y enseguida miraron en derredor, pero ya no vieron a nadie con ellos, sino a Jesús solo.

La venida de Elías

Cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos. 10 Y se guardaron para sí lo que fue dicho, discutiendo entre sí qué significaría eso de resucitar de entre los muertos. 11 Le preguntaron a Jesús: «¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?».

12 «Es cierto que Elías, al venir primero, restaurará todas las cosas», les dijo. «Y, sin embargo, ¿cómo está escrito del Hijo del Hombre que ha de padecer mucho y ser despreciado? 13 Pero Yo les digo que Elías ya ha venido, y le hicieron cuanto quisieron, tal como está escrito de él».

Jesús sana a un muchacho endemoniado

14 Cuando regresaron adonde estaban los otros discípulos, vieron una gran multitud que los rodeaba, y a unos escribas que discutían con ellos. 15 Enseguida, cuando toda la multitud vio a Jesús, quedó sorprendida, y corriendo hacia Él, lo saludaban. 16 «¿Qué discuten con ellos?», les preguntó.

17 Y uno de la multitud le respondió: «Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo, 18 y siempre que se apodera de él, lo derriba, y echa espumarajos, cruje los dientes y se va consumiendo. Dije a Tus discípulos que expulsaran al espíritu, pero no pudieron».

19 Jesús les dijo*: «¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo los tendré que soportar? ¡Traigan al muchacho!». 20 Y lo llevaron ante Él. Cuando el espíritu vio a Jesús, al instante sacudió con violencia al muchacho, y este, cayendo a tierra, se revolcaba echando espumarajos. 21 Jesús preguntó al padre: «¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto?». «Desde su niñez», respondió. 22 «Muchas veces ese espíritu lo ha echado en el fuego y también en el agua para destruirlo. Pero si Tú puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros y ayúdanos».

23 «¿Cómo “si Tú puedes?”», le dijo Jesús. «Todas las cosas son posibles para el que cree». 24 Al instante el padre del muchacho gritó y dijo: «Creo; ayúdame en mi incredulidad». 25 Cuando Jesús vio que la gente corría a reunirse, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: «Espíritu mudo y sordo, Yo te ordeno: sal de él y no vuelvas a entrar en él».

26 Después de gritar y de sacudirlo con terribles convulsiones, el espíritu salió: y el muchacho quedó como muerto, tanto, que la mayoría de ellos decían: «¡Está muerto!». 27 Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y él se puso en pie. 28 Cuando Jesús entro en casa, Sus discípulos le preguntaban en privado: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?». 29 Jesús les dijo: «Esta clase con nada puede salir, sino con oración».

Jesús anuncia otra vez Su muerte

30 Saliendo de allí, iban pasando por Galilea, y Él no quería que nadie lo supiera. 31 Porque enseñaba a Sus discípulos, y les decía: «El Hijo del Hombre será entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará». 32 Pero ellos no entendían lo que les decía, y tenían miedo de preguntar a Jesús.

El mayor en el reino de los cielos

33 Llegaron a Capernaúm; y estando ya en la casa, Jesús les preguntaba: «¿Qué discutían por el camino?». 34 Pero ellos guardaron silencio, porque en el camino habían discutido entre sí quién de ellos era el mayor. 35 Jesús se sentó, llamó a los doce discípulos y les dijo*: «Si alguien desea ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos». 36 Tomando a un niño, lo puso en medio de ellos; y tomándolo en los brazos les dijo: 37 «El que reciba a un niño como este en Mi nombre, me recibe a Mí; y el que me recibe a Mí, no me recibe a Mí, sino a Aquel que me envió».

Recompensas y advertencias

38 «Maestro», dijo Juan, «vimos a uno echando fuera demonios en Tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no nos seguía». 39 Pero Jesús dijo: «No se lo impidan, porque no hay nadie que haga un milagro en Mi nombre, y que pueda enseguida hablar mal de Mí. 40 Pues el que no está contra nosotros, por nosotros está. 41 Porque cualquiera que les dé a ustedes a beber un vaso de agua, por razón de su nombre como seguidores de Cristo, en verdad les digo que no perderá su recompensa. 42 Cualquiera que haga pecar a uno de estos pequeñitos que creen en Mí, mejor le fuera si le hubieran atado al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y lo hubieran echado al mar.

43 »Si tu mano te es ocasión de pecar, córtala; te es mejor entrar en la vida manco, que teniendo las dos manos ir al infierno, al fuego que no se apaga, 44 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego no se apaga. 45 Y si tu pie te es ocasión de pecar, córtalo; te es mejor entrar cojo a la vida, que teniendo los dos pies ser echado al infierno, 46 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego no se apaga. 47 Y si tu ojo te es ocasión de pecar, sácatelo; te es mejor entrar al reino de Dios con un solo ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, 48 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego no se apaga. 49 Porque todos serán salados con fuego. 50 La sal es buena; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonarán? Tengan sal en ustedes y estén en paz los unos con los otros».


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Job 5

5 »Llama ahora, ¿habrá quién te responda?
¿Y a cuál de los santos te volverás?
Porque el enojo mata al insensato,
Y la ira da muerte al necio.
Yo he visto al insensato echar raíces,
Y al instante maldije su morada.
Sus hijos no tienen seguridad alguna,
Aun en la puerta son oprimidos,
Y no hay quien los libre.
Su cosecha la devoran los hambrientos,
La toman aun de entre los espinos,
Y el intrigante ansía su riqueza.
Porque la aflicción no viene del polvo,
Ni brota el infortunio de la tierra;
Pues el hombre nace para la aflicción,
Como las chispas vuelan hacia arriba.

»Pero en cuanto a mí, yo buscaría a Dios,
Y delante de Dios presentaría mi causa;
Él hace cosas grandes e inescrutables,
Maravillas sin número.
10 Él da la lluvia sobre la superficie de la tierra,
Y envía las aguas sobre los campos.
11 Para poner en alto a los humildes,
Y levantar a los que lloran a lugar seguro.
12 Él frustra las tramas de los astutos,
Para que sus manos no tengan éxito.
13 Él prende a los sabios en su propia astucia,
Y el consejo de los sagaces pronto lo frustra.
14 De día tropiezan con las tinieblas,
Y a mediodía andan a tientas como de noche.
15 Pero Él salva al pobre de la espada en sus bocas,
Y de la mano del poderoso.
16 El desamparado, pues, tiene esperanza,
Y la injusticia tiene que cerrar su boca.

17 »Cuán bienaventurado es el hombre a quien Dios reprende;
No desprecies, pues, la disciplina del Todopoderoso.
18 Porque Él inflige dolor, pero da alivio;
Él hiere, pero Sus manos también sanan.
19 De seis aflicciones te librará,
Y en la séptima no te tocará el mal.
20 En el hambre, Él te salvará de la muerte,
Y en la guerra, del poder de la espada.
21 Estarás a cubierto del azote de la lengua,
Y no temerás la violencia cuando venga.
22 De la violencia y del hambre te reirás,
Y no temerás a las fieras de la tierra.
23 Pues con las piedras del campo harás tu alianza,
Y las fieras del campo estarán en paz contigo.
24 Y sabrás que tu tienda está segura,
Porque visitarás tu morada y no temerás pérdida alguna.
25 También sabrás que tu descendencia será numerosa,
Y tus vástagos como la hierba de la tierra.
26 En pleno vigor llegarás al sepulcro,
Como se recogen las gavillas a su tiempo.
27 Esto lo hemos examinado, y así es;
Óyelo, y conócelo para tu bien».


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Romanos 9

La elección de Israel

9 Digo la verdad en Cristo, no miento, dándome testimonio mi conciencia en el Espíritu Santo, de que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque desearía yo mismo ser anatema, separado de Cristo por amor a mis hermanos, mis parientes según la carne. Porque son israelitas, a quienes pertenece la adopción como hijos, y la gloria, los pactos, la promulgación de la ley, el culto y las promesas, de quienes son los patriarcas, y de quienes, según la carne, procede el Cristo, el cual está sobre todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.

Pero no es que la palabra de Dios haya fallado. Porque no todos los descendientes de Israel son Israel; ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham, sino que «por Isaac será llamada tu descendencia». Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes.

Porque la palabra de promesa es esta: «Por este tiempo volveré, y Sara tendrá un hijo». 10 Y no solo esto, sino que también Rebeca concibió mellizos de uno, nuestro padre Isaac. 11 Porque cuando aún los mellizos no habían nacido, y no habían hecho nada, ni bueno ni malo, para que el propósito de Dios conforme a Su elección permaneciera, no por las obras, sino por Aquel que llama, 12 se le dijo a Rebeca: «El mayor servirá al menor». 13 Tal como está escrito: «A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí».

Dios no es injusto

14 ¿Qué diremos entonces? ¿Qué hay injusticia en Dios? ¡De ningún modo! 15 Porque Él dice a Moisés: «Tendré misericordia del que Yo tenga misericordia, y tendré compasión del que Yo tenga compasión». 16 Así que no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. 17 Porque la Escritura dice a Faraón: «Para esto mismo te he levantado, para demostrar Mi poder en ti, y para que Mi nombre sea proclamado por toda la tierra». 18 Así que Dios tiene misericordia, del que quiere y al que quiere endurece.

19 Me dirás entonces: «¿Por qué, pues, todavía reprocha Dios? Porque ¿quién resiste a Su voluntad?». 20 Al contrario, ¿quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios? ¿Dirá acaso el objeto modelado al que lo modela: «Por qué me hiciste así?». 21 ¿O no tiene el alfarero derecho sobre el barro de hacer de la misma masa un vaso para uso honorable y otro para uso ordinario? 22 ¿Y qué, si Dios, aunque dispuesto a demostrar Su ira y hacer notorio Su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos de ira preparados para destrucción?

23 Lo hizo para dar a conocer las riquezas de Su gloria sobre los vasos de misericordia, que de antemano Él preparó para gloria, 24 es decir, nosotros, a quienes también llamó, no solo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles. 25 Como también dice en Oseas:

«A los que no eran Mi pueblo, llamaré: “pueblo Mío”,
Y a la que no era amada: “amada mía”.
26 Y sucederá que en el lugar donde se les dijo: “Ustedes no son Mi pueblo”,
Allí serán llamados hijos del Dios viviente».

27 Isaías también exclama en cuanto a Israel: «Aunque el número de los hijos de Israel sea como la arena del mar, solo el remanente será salvo; 28 porque el Señor ejecutará Su palabra sobre la tierra cabalmente y con brevedad». 29 Y como Isaías predijo:

«Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado descendencia,
Hubiéramos llegado a ser como Sodoma, y hechos semejantes a Gomorra».

Razón del tropiezo de Israel

30 ¿Qué diremos entonces? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, alcanzaron justicia, es decir, la justicia que es por fe; 31 pero Israel, que iba tras una ley de justicia, no alcanzó esa ley. 32 ¿Por qué? Porque no iban tras ella por fe, sino como por obras. Tropezaron en la piedra de tropiezo, 33 tal como está escrito:

«He aquí, pongo en Sión una piedra de tropiezo y roca de escandalo;
Y el que crea en Él no será avergonzado».

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